La inflación, el desempleo y salarios insuficientes son factores que en Venezuela han llevado al grueso de la población a rebuscarse del lado de la economía informal.
Un recorrido por la zona norte del estado Anzoátegui, permite constatar que cada día es mayor el número de personas que en Venezuela se lanza por el tobogán de la informalidad, única opción dejada por la inflación, los bajos salarios y total ausencia de oportunidades del lado formal de la economía.
«Estoy esperando para entrar a estudiar ingeniería industrial en la Universidad de Oriente, pero mientras eso ocurre, tengo que mantenerme y pagar mis gastos en esta ciudad que es bien costosa», afirma Carlos Farrera, un joven vendedor de cotufas en el emblemático Paseo Colón de Puerto la Cruz.
«En un día bueno puedo ganarme hasta 10 mil bolívares y uno no tan bueno me genera 4 mil bolívares, eso no me lo pagaría ninguna empresa, aun estando graduado «, sostiene el bachiller y quien para ñapa dice que trabaja a partir de las 4:00 pm y hasta las 7:00 pm por la inseguridad .
En Venezuela tener una cifra exacta sobre el número de personas que ha pasado al sector informal de la economía, es misión imposible, debido a que ningún ente oficial, incluidos el Instituto Nacional de Estadística (INE) y el Banco Central de Venezuela (BCV), han vuelto a publicar datos estadísticos.
De acuerdo con el último reporte del INE, hasta enero de 2014, 5 millones 425 mil 593 personas se encontraban ocupadas en la economía informal.
Hoy, 2 años después y dada la crisis económica que afecta al país es evidente que las cifra es mayor, sobre todo porque muchas empresas desde entonces, han cerrado sus puertas.
Especialistas del área económica, entre ellos el economista y catedrático de la Universidad Santa María, Carlos Guzmán, afirma que el volumen de informales en el país es mucho mayor porque desde hace año se agotaron las oportunidades de empleo en Venezuela, al menos de empleo estable y bien remunerado, con posibilidades ciertas de contar con seguro y condiciones laborales en un marco de higiene y seguridad social.
La calle un gran mercado
A lo largo de las avenidas Municipal de Puerto La Cruz, Jorge Rodríguez y Fuerzas Armadas de Barcelona, así como en otras localidades como la redoma Los Pájaros en la capital del estado, se puede apreciar una legión de oferentes de los más variados productos.
Entre la mercadería más visible, destacan cargadores para celulares, forros de volantes, tapa sol para carros, mecates para colgar hamacas, cuentos, CD, afiches, frutas, panes, bebidas refrescantes, café y hasta envases para guardar alimentos.
En las calles hay de todo, son vistos además vendedores que orientan sus productos hacia los más románticos y ofrecen peluches, flores y globos, amén de una variedad de dulces.
Entre los informales no faltan los zanqueros y acróbatas, quienes improvisan presentaciones tan breves como el tiempo que tarda en cambiar el semáforo de rojo a verde.
De informal a emprendedor
Pero la informalidad y el rebusque no se queda sólo en la reventa de productos, las ofertas también abarcan los más variados servicios, entre ellos la fugaz limpieza del parabrisas ante la más breve parada y el lavado de automóviles.
Y para muestra un botón, los autolavados informales han proliferando ante el alto costo que implica para cualquier persona en Venezuela, mantener su vehículo impecable.
William Gómez nos cuenta que luego de haber trabajado en los talleres de dos conocidos diarios de la zona, decidió independizarse y emprender por sí mismo una actividad que le permitiera mantenerse y salir adelante con su familia.
En principio, comenta que arrancó en la calle con un improvisado espacio, contando solo con una aspiradora, agua, jabón y muchas ganas. Tras nueve años de actividad, logró comprar un terreno para construir el área de lo que sería su autolavado, pero no se quedó ahí, también edificó su casa.
Admite que ha sido un trabajo de muchos años (14), pero asegura que es satisfactorio poder ver que se sale adelante por esfuerzo propio.
“En mi caso me cansé de perder horas de sueño, porque debía trabajar de noche. Ahora el trabajo siempre es fuerte, pero soy autónomo y me genera muchas satisfacciones”.
Afirma que el desempleo es grande y que cada día desfilan muchos jóvenes por su local en busca de una oportunidad. Seis muchachos le apoyan en el servicio de lavado y cada uno devenga ingresos de acuerdo con la Ley, más propinas.
“Si pudiera emplearía a otros, pero los gastos de funcionamiento no permiten comprometer más el presupuesto”, dijo tras subrayar que la situación del país muchas veces le “tranca el serrucho”.
Advierte que enfrenta serias dificultades para conseguir insumos como champoo, jabón, silicón y otros productos necesarios para poder operar. A la intermitencia con la que aparecen estos productos, se suma según explica, el aumento permanente de precios.
Sin embargo, William asegura que independientemente de las vicisitudes, vale la pena arriesgarse con una iniciativa propia. “En este momento no me imagino como padre de familia saliendo adelante con un salario mínimo, eso sería prácticamente imposible, sin duda pasaríamos hambre”, aseguró.