Una olla de presión es el clima social por las protestas en Táchira. Todos los días se reseñan dos o más manifestaciones por motivos que van desde calidad de vida y delincuencia hasta servicios públicos deficientes
Las protestas en Táchira son una olla de presión a punto de estallar. Todos los días se incrementan las protestas ciudadanas que exigen del Gobierno nacional soluciones efectivas a diversos problemas que se vinculan unos, a la prestación y calidad de los servicios públicos, el suministro de la gasolina, al control de la inseguridad, la lucha contra el desabastecimiento, entre otros.
Es una agenda regional que al Gobierno de José Vielma, como gobernador, y nacional, de Nicolás Maduro, se les hace cuesta arriba atender. Son necesidades que se han acumulado a lo largo de los años y que se hacen indispensables para muchos como lo representan el suministro de gas y agua.
La falta de respuestas genera un clima de tensión creciente que se expresa en la toma de calles, en el secuestro de vehículos oficiales, acciones en oficinas públicas y un reclamo permanente en los medios de comunicación que aún operan en la entidad en concordancia a lo que pasa en una olla de presión.
Desde el segundo semestre del año pasado y hasta la fecha se ha establecido un patrón creciente de las protestas en Táchira paralelo a la situación de conflictividad política y económica en el país.
En el Táchira la protesta social ya se vive constantemente no solo en la zona metropolitana de San Cristóbal sino también en poblaciones como La Grita y El Cobre, en la zona de montaña, en el eje fronterizo San Antonio y Ureña, en la zona sur, El Piñal y también en la zona norte en las poblaciones de La Fría y Coloncito.
Necesidades e incapacidad
El gobernador José Vielma, había prometido en su campaña a la Gobernación, un “Táchira Potencia”. Pero el slogan político se quedó en pura oferta porque los tachirenses perciben a este Gobierno regional, como incapaz mientras avanza la crisis económica, la carestía, la escasez
Vielma se defiende y repite un argumento conocido a nivel nacional: ”hemos enfrentado un momento económico difícil que ha requerido nuestro sacrificio, sin descuidar nuestros planes sociales y la atención a las comunidades”.
Para el primer mandatario regional es “la guerra económica” lo que está dificultando alcanzar las metas y cumplir con las promesas dadas a los tachirenses hace cuatro años cuando José Vielma incursionaba como candidato oficial del Psuv, a la Gobernación regional.
Entre las promesas fundamentales estaba la generación de empleo, un tejido de empresas privadas asociadas con el Estado con miras a la exportación, obras de infraestructura como la conclusión de la autopista San Cristóbal La Fría, entre otras.
La realidad es que el Táchira, hoy por hoy, ocupa uno de los primeros lugares en pobreza, desempleo. El solo cierre de la frontera generó la desaparición de mil 200 medianas y micro empresas en la zona lo que arrojó al desempleo a cientos de tachirenses.
La autopista sigue igual que hace cuatro años, se ha acentuado la escasez de alimentos, combustible, gas, cortes eléctricos, cierre de empresas y las que funcionan en modo de subsistencia según las propias palabras del presidente de Fedecamaras Táchira, Daniel Aguilar.
La promesa de convertir al Táchira en “potencia” está muy lejos de cumplirse y la olla de presión se calienta.
La olla de presión
Desde hace un semestre, el Observatorio Venezolano de Conflictividad, ha identificado un promedio de dos protestas en Táchira por alguna razón. La mala calidad de los servicios públicos, la crónica falla en el suministro de gasolina, el déficit en productos de primera necesidad entre otros convirtieron las calles en un sitio de permanente protesta.
A esta agenda de razones se le suma, desde el mes de noviembre 2016, el colapso del servicio de distribución de gas doméstico, con zonas que tienen hasta tres meses sin el servicio, lo que ha provocado enfurecidas acciones por parte de los ciudadanos. Además las fallas en la entrega de las bolsas del CLAP que no llegan a las comunidades más humildes del Táchira.
Para el sociólogo Otto Ramírez, lo que está pasando es un reflejo de lo que está pasando en el país. “La gente está hastiada por la pérdida de su calidad de vida, por la imposibilidad de tener tranquilidad en su casa o en la calle, de poder progresar con su trabajo y de tener un ingreso adecuado para sus necesidades”.
Agenda de la protesta
Solamente en la reciente semana se reseñaron entre otras, el día lunes, protesta estudiantil en la UCAT y la ULA, protesta por el servicio de gas en San Antonio y El Piñal, el día martes, toma de la vía por parte de la comunidad de Palo Gordo, en la zona metropolitana de San Cristóbal, por el servicio de gas, en La Laja, Capacho, toma ciudadana de las vías principales por la inseguridad.
El día miércoles continuaron las protestas estudiantiles, en San Cristóbal, la toma de la troncal número 5, en La Morita y El Piñal de comunidades exigiendo el servicio de gas y protestando contra la inseguridad.
El jueves la comunidad de Coloncito y Colón en la calle exigiendo una lucha en contra de la inseguridad, entre otros. En semanas anteriores era la gasolina.
Mientras esto ocurre el clima de conflictividad social se calienta. Para el dirigente político Danny Ramírez, “la gente en la calle está impaciente. Quiere soluciones a sus problemas de forma radical y casi inmediata. Eso lo exige del Gobierno pero también de la oposición. En el Táchira el clima social es impredecible”.
Escasez, pérdida del poder adquisitivo, conflicto político, disminución de la calidad de vida, delincuencia forman un coctel que fermenta la rabia en la población tachirense.