Un ex trabajador de Pdvsa cuenta cuenta cómo llegó a trabajar detrás del volante luego de ser despedido de la empresa petrolera… su vida cambió como la de miles de venezolanos.
Trabajar en aquello para lo cual se esforzaron miles, o quizás millones de venezolanos en una universidad, es la quimera de muchos taxistas que hoy recuerdan sus tiempos de formación en las aulas, como una experiencia lejana.
Oswaldo Carpio es ingeniero de mantenimiento, pero desde que fue despedido de Pdvsa en 2002, se desempeña como taxista.
“Tengo en mi haber más de 70 cursos”, afirma e inmediatamente asegura que no lo dice por jactancia, sino porque con su capacidad podría estar haciendo cosas a favor de sus país.
Refiere que como taxista tiene un ingreso mayor que cualquiera de sus colegas, pero advierte que no es el deber ser.
“Es parte de lo que vivimos en un país al revés”, confiesa.
Conversar hoy con cualquiera de estos venezolanos prestadores de servicio, de seguro será una charla amena y enriquecedora, porque mínimo son Técnicos Universitarios y todos coinciden al señalar que en su vida profesional hubo un antes y un después de la revolución.
Julián Carreño hasta hace un año, trabajaba como gerente ventas de una prestigiosa empresa distribuidora de productos en Barcelona, pero tuvo que renunciar porque la caída de la producción hizo que cada día haya menos cosas que distribuir.
Asegura que hoy gana un promedio de cinco a seis mil bolívares diarios, pero vive con el Padre Nuestro en los labios, porque debe lidiar cada día con el alto índice de inseguridad, problema que junto a la escasez y la inflación, mantiene al país en vilo.