La batuta del venezolano Gustavo Dudamel, que debuta en la Ópera de París, consigue elevarse muy por encima de la gélida acogida que el público y la crítica han dispensado a la versión galáctica de “La Bohème” de Puccini que ha montado el alemán Claus Guth.
Dudamel se estrena en la Ópera de París con una Bohème galáctica. El estupor se adueña de la platea cuando se alza el telón y los bohemios artistas de este clásico del repertorio parisino -uno de los favoritos y más representados- aparecen ataviados con trajes y escafandras de astronauta en una nave espacial.
La puesta en escena, que parece inspirada en películas de la ciencia ficción como “Solaris” o “2001”, sitúa en un futuro indeterminado las peripecias del grupo de artistas que evocan en su vejez los tiempos felices de la bohemia.
Los abucheos arrecian en la sala tras el interludio, con un tercer acto que se abre bajo una nube de ceniza en una superficie lunar de aspecto apocalíptico y por el que desfilan -en la memoria de los protagonistas- titiriteros, mimos, niños y vendedores ambulantes.
Pese a todo, la labor de los intérpretes, especialmente de las jóvenes sopranos, la búlgara Sonya Yoncheva (Mimi) y la rusa Aida Garfullina (Musetta), despierta los aplausos del respetable, que se convierten en ovación cerrada cuando el director de orquesta venezolano aparece sobre el escenario.
Las críticas han destacado la dirección musical de Dudamel, que impregna de su brío característico al clásico de Puccini al tiempo que consigue templar los momentos más dramáticos de las parejas que forman la malhadada Mimi y el poeta Rodolfo (el brasileño Atalla Ayan) y la femme fatale Musetta y el pintor Marcello (el polaco Artur Rucinski).
“Los más bellos momentos vienen desde el foso, con los colores diáfanos y los matices infinitos de una orquesta en estado de gracia, llevada por la milagrosa dirección de Gustavo Dudamel”, apunta el crítico del diario “Les Echos”, Philippe Venturini.
Y lo remata con un dardo indirecto a Guth: “A él (Dudamel) no le pareció bien hacer escuchar una nueva ‘Bohème’”.
Esta obra maestra de Giacomo Puccini (Lucca, 1858-1924) se ha representado casi en 200 ocasiones en la Ópera de París, que la incorporó a su repertorio en 1973.
Así pues, sus espectadores están bien acostumbrados a presenciar todo tipo de revisiones, más o menos afortunadas, de una ópera de argumento inconexo y cuyos cuatro actos no siguen un hilo, lo que se presta a interpretaciones pintorescas como la de Guth.
Sin embargo, no es el público parisino amigo de grandes excentricidades, como demuestran los gritos de “¡traición!” o “¡pobre Puccini!” que los elementos más exaltados han proferido en las primeras representaciones.
“La Bohème” está inspirada en el folletín “Scènes de la vie de bohème” que el autor francés Henry Mürger comenzó a publicar por entregas en 1845 en el periódico parisino Le Corsaire-Satan.
Medio siglo más tarde, Puccini adaptó el texto a una ópera que fue representada por primera vez el 1º de febrero de 1896 en el Teatro Regio de Turín bajo la dirección de Arturo Toscanini.