Grupos armados o bandas de extorsionadores obligan a los comercios a dar pagos internacionales por protección para evitar males mayores. He aquí su modo de actuar contado por una de sus víctimas
Francisco, nombre ficticio que protege hoy su vida, es una de las personas que realiza pagos internacionales a las bandas de extorsionadores que operan en el eje fronterizo San Antonio Ureña, que incluso se mantuvieron operando en los momentos más duros del cierre fronterizo 2015-2016.
Además de todos los problemas del entorno económico y social de Venezuela, los empresarios de la zona de frontera tienen al frente la amenaza y acción permanente de bandas de extorsionadores que actúan, la mayoría de las veces, con la mayor impunidad en la zona y la detonación de un aparato explosivo este viernes en un local comercial de San Antonio parece darle la razón.
Francisco es un comerciante promedio. Nacido en la aldea fronteriza de Palotal, siempre le gustó la zona por el intenso intercambio de negocios entre Colombia y Venezuela. “Empecé con la compra venta de carros, seguí con el comercio de víveres, vendí ropa y el negocio que hoy tengo”
Es la historia común de cientos de empresarios y comerciantes del eje fronterizo binacional. Siempre en relación a las dinámicas políticas y sociales de Colombia y Venezuela, aprovechando sus ventajas y minimizando las desventajas
El modus operandi de los pagos internacionales
“Apenas se descubre que estas empezando a mover una cifra interesante de dinero en la banca empiezan las llamadas y la extorsión. Piden que te reunas con ellos, te fijan una cuota y designan su correo, la persona que fijan te llega al local a recibir el efectivo”.
Francisco reconoce que paga su vacuna, “como lo hacen todos”. Eso le da cierta garantía de seguridad porque las bandas de extorsionadores le garantizan que su negocio, “no tendrá problemas” ni de delincuencia, ni de otras extorsiones.
“Pero el problema es que todos somos víctimas de las guerras entre ellos. Entre el año 1995 y el 2000 hubo una situación terrible: operaba la guerrilla, dos grupos paramilitares y los uniformados locales, todos pidiendo plata y amenazando. Ya uno no sabía qué hacer y eso se lo manifestamos a ellos”.
La consecuencia de tener tantos peces en un estanque pequeño fue una guerra de todos contra todos. La violencia se manifestó con fuerza en la frontera y así se redujeron los grupos de extorsión, pero hubo mucha sangre de por medio.
“Sacaron a la guerrilla y llegaron a un acuerdo entre los paramilitares de dividirse las zonas y advertirle a los militares que no se metieran en el asunto, que ellos le pagaban directamente una porción del pastel”.
Pagos internacionales, una industria más
Las bandas de extorsionadores actúan como una industria. Tienen sus operarios directos, los que cobran y estiman el costo de la vacuna. Tienen sus centros de información, en los bancos y en la calle.
Tienen sus contactos en los cuerpos de seguridad, para así determinar sus propios riesgos y procuran evitar conflictos directos con la autoridad al involucrarlos en parte de las ganancias que se obtienen.
Por eso es difícil enfrentarlos y reducirlos, asegura Francisco. “Esos grupos saben cuanta plata manejo, los nombres y ubicaciones de familiares directos, mis rutinas. Incluso me han llamado para advertirme de riesgos. Me cuidan como el que cuida una vaca que les da leche. Así de sencillo”.
Afirma que los operarios directos pueden parecer gente común y corriente. “Establecen nexos de cercanía contigo, te hablan, te hacen chistes, parecen tus amigos, pero cuando amenazan, lo hacen sin dudar”.
A pesar del cierre
El esquema siguió funcionando, con algunos cambios de grupos y denominaciones. Los antiguos paramilitares se transformaron, en la nomenclatura oficial, en “bandas armadas” al margen de la ley.
Estas bandas armadas mantienen operaciones en ambos lados de la frontera aprovechándose de la poca efectividad de coordinación que hay entre las policías de ambos países. “Los problemas políticos han traído como consecuencia recelos entre los funcionarios y no se comparten o coordinan las acciones para enfrentar los dos al enemigo común que es el delincuente”.
Eso lo aprovechan las bandas de extorsionadores para operar, casi sin riesgo. “Cuando el cierre fronterizo, militares por todos lados, uno pensaba que esta vaina iba a mermar, pero los extorsionadores mantuvieron su actividad. Claro, muchos locales cerraron, la gente se fue y a ellos también le pegó, pero los que no cerraron tenían que pagar su cuota, pequeña o grande”.
Y las bandas de extorsionadores continuaron operando a pesar del cierre fronterizo recuperando fuerza con el paso peatonal vigente desde agosto del 2016. “El Gobierno se llena la boca diciendo que enfrenta al delito en la frontera y que ya tienen ahora una frontera de paz. Eso es mentira. Los problemas siguen siendo los mismos, los delincuentes siguen actuando y nosotros seguimos pagando”.
Considera que lo mejor que pueden hacer los gobiernos de Colombia y Venezuela es superar las diferencias y trabajar como un verdadero equipo en el control de la extorsión y otros delitos en la zona binacional.
“Necesitamos que se abran los canales, el intercambio de comercio, el registro ciudadano. Crear riqueza porque al crear riqueza, parece increíble, se aleja la gente del crimen. Así la lucha contra las bandas de extorsionadores será más contundente y la gente no tendrá necesidad de meterse al delito para vivir”.