Los venezolanos comenzaron a hacer trampa con la comida porque el salario no alcanza para alimentarse tres veces al día.
Una alimentación balanceada tres veces al día es prácticamente imposible en Venezuela, por lo que los venezolanos comenzaron a hacer “trampa” para engañar al estómago o simplemente han dejado de comprar ropa para poder adquirir comida, cuyos precios hacen que cada día se haga más cuesta arriba para los bolsillos de los compradores.
El poder adquisitivo va en franco deterioro y aunque en Aragua no reaparece la leche en polvo en Bs. 2.125 como en el caso del Zulia, es buen ejemplo en el análisis comparativo con lo que devenga un trabajador por concepto de bono de alimentación o cesta ticket, anunciado por el Ejecutivo regional en noviembre pasado a Bs. 6.750 mensual.
El bono de alimentación cada 30 días serviría solo para adquirir tres paquetes de leche en polvo completa, de manera que los venezolanos no tendrían más acceso a alimentos porque ni siquiera podrían adquirir medio kilo de carne de res, cuya venta mínima en muchas carnicerías es de medio kilo, es decir, Bs. 750.
“Hago trampa, pero no voy a dejar de comer”
Haydee Pinto está pensionada, lo que cobra es para ella sola pero asegura que el dinero no le alcanza para comprar comida y vestirse. A pesar de que estira el dinero, devenga también por su esposo y aún así no puede darse ningún lujo.
Con la característica del venezolano jocoso, aseguró que “Aquí hay que hacer trampa para comer vale, yo hago una sola comida fuerte al día, el almuerzo. Del resto, en la cena, una avena, un pan con algo de queso o jamón si me alcanzan los reales para comprarlo».
«Yo soy sola y no me alcanza la plata, por eso no tengo carteras de 5 mil bolívares ni pantalones de 20 mil, nada de eso, yo no puedo comprar ropa, pero si me gusta comer bien y como no puedo tampoco, hago lo que me alcance el dinero”.
Pinto citó como ejemplo que su esposo era oriundo de la costa de Chuao, donde se cosecha el mejor cacao del mundo –apunta con orgullo- y él no comía pescado Tajalí porque eso era muy barato y malo, ahora ni siquiera ese pescado se puede llevar porque cuesta más de 800 bolívares el kilo.
Es decir… ¿Si usted come no puede vestirse?
– ¡Exacto!, por eso te dije que no uso carteras de 5 mil ni pantalones de 20 mil bolívares, porque no los puedo comprar. Yo si me como mis caraotas, hago trampa con el pollo que le echo zanahoria y un poquito de papa para rendirlo, compro un plátano que está en 100 bolívares, imagínate, no me alcanza la plata a mi que soy sola, ¿qué será para los que tienen que mantener familias?, yo compro solo para mi y de repente uno que otro coleado que llega a comer a mi casa, pero yo no voy a dejar de comer… eso si… para Chuao no puedo ir porque allá no les gustan los negros limpios, para allá hay que ir con real y eso es lo que no tengo.
“Esto es horroroso, tengo que ayudar en un supermercado para poder comprar regulado”
Para Guadalupe Castillo la crisis en Venezuela no tiene precedente. Su cabello blanco y suave andar demuestra que ya pasó los 65 años, y a su edad, debió buscar la forma para poder tener acceso a los productos regulados y poder alimentarse.
“Esto es horroroso, tengo que ayudar en un supermercado para poder comprar regulado. Ayudo a organizar las colas, a entregarle a cada quien el producto que estén vendiendo en el día, solo así puedo asegurar mi compra el día que me corresponde comprar por mi número terminal de cédula sin tener que hacer interminables colas. Yo nunca había vivido esto, es horroroso”, comentó la señora Castillo mientras pagaba lo poco que pudo adquirir de queso blanco para rallar que ya se ubicó en Bs. 1.700 el kilo.
Aumentaron las ventas de pescuezo, carapachos y alas de pollo
Las partes del pollo que antes tenían menos salida, tienen ahora una demanda que llama la atención de María Da Silva, quien se dedica al expendio de carnes desde hace 20 años. Pescuezos, carapachos y alas son buscados como palito de romero por la clientela de su establecimiento y le aseguran que lo llevan para preparar sopas.
Ahora vende más pollo que carne de res y es que un kilo del producto bovino ya se ubica en Bs. 1.500, cifra que no aguanta un sueldo mínimo de 9.648 bolívares.
“Ahora hasta vendo huesos de res blanco, eso es el hueso pelado, no tiene carne. La gente me lo pide y que para darle sabor a las sopas, eso cuesta 50 bolívares el kilo. La clientela no lleva lo mismo que antes, quienes compraban un kilo de carne para guisar, ahora lleva medio kilo, la mayoría redujo la cantidad de la compra y dicen que están a dieta por el bolsillo”.
Entre comer y cazar productos regulados se van los reales
Los aragüeños además de hacer magia para comprar comida, rinden el tiempo para salir de cacería urbana, que no es más que buscar de un lado a otro, los productos regulados el día que corresponda por número de cédula.
Las redes sociales se usan más en Venezuela para conseguir medicamentos y alimentos que para otra cosa. Desde allí se anuncian los productos que hay en los supermercados de manera que es la brújula que indica el itinerario de los aragüeños. Con niños encima salen las madres para aprovechar y rendir el tiempo y los reales, aunque en este 2016 es poco lo que se ha conseguido. Al menos este miércoles en Maracay cada quien cargaba una bolsa de papel higiénico, lo único que aparentemente vendieron los establecimientos comerciales.