Las colas en Venezuela se incrementan cada día pues el hambre por una harina o un paquete arroz sigue siendo el común denominador.
Las colas en Venezuela se niegan a desparecer a pesar de los fallidos intentos del Gobierno nacional al ejecutar los denominados planes, como los Clap, para frenar la llamada “guerra económica” y que los alimentos lleguen a los sectores más vulnerables, sin embargo, estos apenas benefician a un pequeño porcentaje de la población venezolana.
En una de las tantas colas en Venezuela, se encuentra Inés Roa, una habitante de Maracaibo quien asevera que, a pesar de tener tres ingresos de sueldo mínimo en su hogar, estos no le son suficientes para poder adquirir los alimentos para su familia, ya que debido a la permanente escasez debía comprárselos a los bachaqueros.
“Comencé a pasar más hambre cuando dejé de comprarle a los bachaqueros”
“Ya era incontrolable tener que pagar hasta tres veces el precio de un kilo de arroz, que encima de todo ni siquiera alcanzaba porque somos cuatro en la casa…, cuando no pude comprar más me tocó resignarme a hacer colas todos los días y en esto me la paso porque si no haces cola en el supermercado no comes, he tenido que dejar hasta de rebuscarme, porque a veces cuidaba niños y tenía una escuelita en mi casa, todo por andar haciendo colas”, afirma Inés.
Indica que muchas veces va en búsqueda de una harina con la cual poder preparar una arepa, pero que en cambio ha tenido que llevarse el producto que haya ese día y después buscar la forma de canjearlo por el que necesita.
“A veces es ilógico, pero para que los venezolanos podamos comer se basa en la suerte y en las casualidades”
“La semana pasada estaba buscando pasta, eso se dejó de ver hace rato, pero había papel sanitario, me llevé el paquete y logré cambiarlo por la pasta, pasta que por cierto sólo le eché mortadela que la desmenuzo y la hago guisada porque al menos esa sí está barata”, finaliza Roa.
Esta mujer asegura que desde ya recorre los mercados municipales en búsqueda de los precios para preparar las hallacas y asevera que al saber lo que tiene que pagar para prepararlas se le quitan hasta las ganas de disfrutar de ese plato decembrino.