La niña venezolana Daniela Menescal Guariguata, de 17 años de edad, tiene tres esquirlas de munición en su cuerpo. Daniela fue una de las víctimas que dejó el tiroteo en una escuela de Florida el pasado miércoles.
Reseña Univisión que cuando comenzaron los disparos en la secundaria de Parkland, este miércoles 14 de febrero, Daniela Menescal Guariguata (17) estaba dentro del salón de clases, en el primer piso del edificio.
La maestra cerró la puerta y se agachó al lado de su escritorio con un grupo de alumnos. Mientras ella y otros compañeros se fueron a otra esquina. «Cuando llegó el tirador y empezó a dispararnos, rompió el vidrio de la puerta, entonces las balas llegaron a donde yo estaba resguardada. Me asusté bastante. Luego sentí el disparo en la espalda. Pensaba que era mentira, estuve un rato pensando que era mentira… Todavía no me puedo creer esto que ha pasado».
Daniela lo cuenta por teléfono la mañana de este jueves a Univision Noticias. Hace apenas horas que le dieron de alta en el hospital Broward Health North, a donde la llevaron de emergencia cuando logró salir por sus propios pasos del colegio.
«Yo tenía puesto un pantalón blanco y empiezo a ver que se me llena de sangre. De pronto la niña que estaba frente a mí se voltea, una compañera de mi salón, y me pregunta ‘¿qué me pasa, qué tengo en la cara?’ y fue cuando me di cuenta que tenía un balazo ahí, en su ojo, debajo de su ojo, y yo le dije que no pasaba nada, para tranquilizarla. Pero le decía ‘no te toques».
Daniela estaba en el piso, «tratando de mantener la calma», dice. A su alrededor todo era confuso: «yo quería saber si había alguien más herido. Había dos personas en el piso, a quienes les habían disparado directamente, y solo ahí supe que algunos de mis compañeros no pudieron pararse más. Hoy me enteré que están muertos: eran Samantha y Nick. Samantha no sé de dónde es, ahí somos de todas partes. Nick es gringo y se acababa de ganar una beca de natación…».
Ella sintió que transcurrieron unos 20 minutos cuando fueron rescatados por la policía. «Cuando entraron nos pidieron que levantáramos las manos. Nos empezamos a parar, el niño detrás de mi era muy alto y se apoyó de mi para levantarse y ahí sentí que me dolíó la espalda. Me dolía mucho».
Entonces caminó hacia la puerta, «los que no podían pararse los dejaron de último. Salí al pasillo y vi dos muertos más. Después salí a la calle y me ayudaron a tenderme en la grama. Ahí vi a alguien más con un disparo en el pecho, pero consciente». Cuenta que el herido casi se desmaya, después vio llegar a otro joven a quien le rebotó un disparó en la cabeza.
Hasta entonces no había podido llamar a sus padres, porque tenía su teléfono celular cargando en el fondo del salón cuando comenzó todo. Su madre no atendió su llamada, entonces llamó a su papá.
Daniela estudia en ese colegio en el 11vo grado (Junior), desde octubre de 2014 cuando llegó de Venezuela con sus padres. Antes habían vivido tres años en Barranquilla, Colombia, luego volvieron a su natal Caracas, en Venezuela, y luego de un año se vinieron a Florida, huyendo «de la inseguridad, mis papá buscando lo mejor», explica.
Su madre, Laura Guariguata, cuenta que a Daniela no le entró ninguna bala directamente y que las tres heridas son de esquirlas, que aún tiene dentro de su cuerpo. Les dieron de alta anoche y desde entonces hablan de lo que pasó y ya recibe apoyo psicológico.
Daniela no vio la cara del tirador «nos decían que no miráramos, solo que nos cubriéramos». Pudo dormir toda la noche aunque tuvo dolor. Todavía no puede creer lo que ha pasado: «en mi cabeza no me cabe que esto pase en una de las ciudades más seguras de los EEUU, yo no pensé nunca que esto podía pasar».