El medicamento que podía salvar la vida de su hija recién nacida no se encontraba en Venezuela, por lo que la vio nacer y morir a los cinco días de llegar al mundo.
Asly solo vivió cinco días. Era la hija de Yovany Suárez y forma parte de los más de 50 recién nacidos que han muerto este año en el Hospital Central del Táchira, por no contar con un medicamento, una incubadora o un respirador para auxiliarlos: “Muere no sólo por ser pobres, sino por vivir en Venezuela donde no había la medicina en ningún lado para salvarla… No tenía dinero, ni la capacidad de a quién recurrir”.
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Con agudo dolor relata Yovany mientras espera ser atendido en la Defensoría del Pueblo en San Cristóbal capital del Táchira, donde presentó una denuncia a días de dar sepultura a su hija: “Las personas que atienden en un lugar de estos para que ayuden (hospital) se hacen de la vista gorda. Se olvidaron del pueblo. Lástima que hay gente que es inconsciente”.
Este trabajador de la albañilería fue a la Defensoría del Pueblo por considerarla una institución seria.
“Si uno no levanta la voz ¿quién va a hacerlo? No hay que tener miedo y seguir callando las cosas en este país… quiero que se aclaren las cosas y otras personas puedan llevar sus hijos a casa. Que salgan del hospital con sus hijos, como no pude yo”.
Luchaba por vivir
“Se le veía el deseo de luchar por vivir a pesar de que estaba entubadita… Yo la acariciaba y cuando empezaba a hablarle el aparato mostraba que su corazoncito andaba más rápido. De verdad es triste ver una criatura así y más si es hija de uno. Eso no se lo deseo nadie. Los médicos estaban pendientes de ella. Ella sufría porque no podía respirar bien, yo buscando la medicina por todas partes… Estuve en varias partes pero el tratamiento no lo conseguí”. Se trata del Surfactante Pulmonar, un dilatador que permite la maduración de los pulmones de un recién nacido prematuro.
Pero la historia de Suárez es solo una de las miles de historias que a diario viven los venezolanos al no poder salvar la vida de sus hijos, sus padres, sus hermanos, su familia, amigos y conocidos, porque medicinas comunes en cualquier país del mundo no llegan a Venezuela, y son parte de la lista de más de 80 % de productos médico asistenciales escasos o inexistentes en el mercado y la red pública de salud, de acuerdo a la data reciente el Colegio de Farmacéuticos de Venezuela.
No tuvo la oportunidad
En los planes de Yovany Suárez y Gladys Montilva -su esposa- la cuarta de sus hijos sería quien les acompañaría en la vejez: “Mi hija no tuvo la oportunidad como los demás hijos míos. Es triste decirlo”, el llanto le hace tomar una pausa para proseguir: “Si lo siento yo. Imagínese cómo está mi esposa. Anoche le controlamos una depresión porque ella se pone a pensar y a llorar”.
Cuando la recién nacida Asly Suárez Montilva muere, la familia recibe el cuerpo y le da cristiana sepultura. La familia queda sola en su dolor sin más respuestas. La madre no fue referida a terapeutas o psicólogos a pesar de su evidente situación de salud psíquica generada por la muerte de un hijo que nació y no pudo vivir, cuenta el padre de la criatura.
No pasa nada
Para la fecha de publicada la información, a casi dos semanas de la muerte de Asly Suárez y de decenas de recién nacidos en el Hospital Central de San Cristóbal, el gobierno venezolano no había incorporado o reparado ni una sola incubadora de las que se requieren en este centro.
El presidente de la Corporación de Salud de la región,el médico Freddy Prato declaró a los medios que las muertes ocurrían porque las mujeres no se habían controlado correctamente su embarazo, pero que el Estado tenía como salvar esos niños que nacieron a pre término. Yovany Suárez desmentía la tesis del médico, porque su esposa controló el embarazo y tiene los registros de que así fue.
Por su parte los representantes del Sistema de Protección Municipal del Niño, Niña y Adolescente –SPMNNA- adscritos a la alcaldía de San Cristóbal, dijeron después de una inspección al servicio Neonatal del Hospital en referencia que sólo 11 incubadoras de las 40 existentes funcionaban y apenas siete respiradores para un hospital donde nacen unos mil niños al mes que provienen de familias sin capacidad económica para asistir a una clínica privada y no tienen más opción.