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Hace casi dos meses escribíamos con relación al diálogo que se quiere instaurar en nuestro país entre el gobierno y la oposición, que “En toda sociedad estructurada y democrática el diálogo entre las partes interesadas es la base y fundamento del entendimiento y progreso. La paz y la concordia política y social, sólo se alcanza a través del diálogo.” Pero todo ejercicio de esta naturaleza debe cumplir con un mínimo de condiciones que son necesarias para que el proceso funcione.

En primer lugar, las partes deben reconocerse y respetarse las unas a las otras como interlocutores válidos. En segundo lugar, en el caso de existir mediadores  que traten de facilitar el diálogo estos deben ser escogidos paritariamente por las partes y nunca impuestos. En tercer lugar, se debe establecer la finalidad del diálogo para que éste no se convierta en un ejercicio vacuo. De esto último se deriva la conveniencia de adoptar, tan pronto como posible, una agenda, una metodología de trabajo y convenir un tiempo predeterminado para alcanzar el o los objetivos fijados.

El proceso que se adelanta en Venezuela y que tiene el respaldo internacional, en particular de los Estados Unidos, de la Unión Europea y de la gran mayoría de los países latinoamericanos, adolece de fallas estructurales que cada día lo hacen más inviable.

El gobierno, desconociendo totalmente la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela base y fundamento para alcanzar cualquier acuerdo,  no reconoce a la oposición y de ello hay múltiples y variadas pruebas. A pesar que la oposición, en las elecciones parlamentarias del 6 de diciembre de 2015,  obtuvo la mayoría calificada, el ejecutivo, que controla a los otros poderes públicos ha utilizado al Tribunal Supremo de Justicia, especialmente su sala Constitucional, para desconocer las decisiones de la nueva Asamblea Nacional e incluso generar una innecesaria lucha de poderes. Pero lo más significativo y de lo que todos tenemos consciencia, es que el gobierno tan sólo dialoga para ganar tiempo y así  evitar la realización del referendo revocatorio presidencial en el transcurso del 2016, lo que se traduciría no solo en una pérdida de la presidencia sino específicamente del poder.

El triunvirato de ex presidentes mediadores, cuyo jefatura y vocería ha asumido el ex presidente del gobierno español José Luis Rodríguez Zapatero, fue impuesto por el gobierno y la UNASUR. Por lo tanto no ha sido escogido por las partes ni conforman una representación equilibrada. Desde la Iniciativa Democrática de España y las Américas (IDEA), 22 ex jefes de Estado y de gobierno han venido pronunciándose sobre la dramática situación que vive Venezuela y que cada día empeora más, pero su opinión, y particularmente su representatividad, no ha sido tomada en cuenta. Existe la posibilidad que el Vaticano pase a formar parte de los mediadores lo que sin duda sería una valiosa incorporación.

No obstante todo lo anterior, el impedimento  mayor que tiene el diálogo es la postura asumida por el señor Rodríguez Zapatero. Su actitud y declaraciones hacen que se le vea parcializado a favor del gobierno y que lo que persigue, al igual que éste, es ganar tiempo para que, entre otras cosas, el revocatorio no tenga lugar en el 2016 o no se llegue a realizar nunca. Tampoco hay que descartar que le haga el juego a intereses foráneos que solo piensan en sus réditos geopolíticos y en los que la evolución de la situación político-económica de Venezuela es esencial para el logro de sus objetivos. Nos referimos al esfuerzo de la administración Obama para mejorar las relaciones con Cuba y dejar este importante logro diplomático como un éxito histórico de su gobierno. Si Venezuela no sigue colaborando económicamente con Cuba todo se puede ir al traste. Sabemos por declaraciones del propio Raúl Castro cuán dependiente está la economía cubana de la venezolana.

Si  hasta hace muy poco Rodríguez Zapatero mantuvo un silencio que para muchos era auspicioso, ante la avalancha de criticas recibidas, particularmente por parte de miembros destacados de la oposición venezolana, ha comenzado a dar declaraciones, tanto en Venezuela como en España, que en lugar de aclarar y explicar su tarea la han hecho más confusa.

Para él, el revocatorio es algo secundario, que puede tener lugar o no. En su presentación ante el Consejo de Representantes de la OEA ni lo mencionó pero recientemente en Telesur declaró que “Da igual que no hubiera revocatorio”. Cómo contrasta esta visión de lo que ocurre en Venezuela con la del estadista español Felipe González, quien escribió al respecto: “El primer elemento del diálogo es, por eso, el respeto a la Constitución, a la división de poderes y el cumplimiento irrestricto de las normas establecidas en ella. Si esto fuera así, estaría fuera de cualquier controversia el derecho constitucional a promover el “revocatorio” y las instituciones como el CNE tendrían que cumplir en tiempo y forma todos los trámites legalmente previstos, salvo que incurran en prevaricación en sus funciones. Este es un derecho de los representados, no de los representantes, que son lo que pueden ser sometidos a revocatorio.” Hay que tener presente que el revocatorio de Maduro no es primordial solamente para la oposición, lo es esencialmente para los venezolanos – incluyendo a prominentes y no prominentes chavistas -, ahí están los dos millones de firmas de los venezolanos que lo avalan cuando tan sólo eran necesarias unas 197.978, para iniciar el proceso.

Rodríguez Zapatero no ha sabido interpretar adecuadamente lo que ocurre en Venezuela, tanto a nivel político,  como social y económico. Por lo que declara, todo se reduce a lo económico y por eso presupone que el diálogo resuelva esta situación. Con esta limitada visión del estado de cosas desconoce que es el gobierno quien tiene que cambiar radicalmente de políticas o, como piensa la gran mayoría de los venezolanos, mejor es cambiar de gobierno para poder cambiar esas políticas erradas, que nos han llevado a situaciones desesperadas como el río humano  formado por 132.000 venezolanos que en un fin de semana atravesaron  la frontera con Colombia, para poder comprar alimentos y medicinas.

En Venezuela hay dos crisis. La política, como consecuencia de un régimen que se aferra al poder y la humanitaria, derivada de las pésimas políticas públicas puestas en práctica a lo largo de los últimos 17 años. Quien no tenga consciencia de ello no comprende lo que ocurre y por tanto no puede sugerir soluciones.

19 de julio de 2016.

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