El periodista cordobés Julio Merino González, se acerca a las páginas de nuestro medio, para explicar cómo han sido los Golpes de Estado que ha vivido la democracia española. No son facilmente extrapolables a la realidad que vivimos en Venezuela, pero sí sirven para ilustrar una historia que está unida a la nuestra. Los españoles no son el gran ejemplo que debemos seguir, pero sí que son parte de nuestra cultura y forman parte de nuestro DNA. Hoy, con estos escritos aclaratorios del Miembro de la Real Academia de Córdoba, iniciamos un pequeño recorrido por la historia de este afamado y reconocido periodista, que nos llevará a los lugares más insospechados de la geografía de nuestras vidas. Es un esfuerzo, y esperamos que nuestros lectores sepan valorarlo. ¡Ahí va!, por la LIBERTAD de VENEZUELA.

LA TRILOGIA “GOLPISTA” (1)

(“Autogolpe”, “Golpe de Gobierno” y “Golpe de Estado”)

Estos días que tanto se está hablando del “procés” catalán, que unos califican de “Golpe de Estado” y otros de “desconexión y proclamación del Estat Catalá en forma de República”, conviene recordar o reflexionar sobre lo que es un “Autogolpe”, un “Golpe de Gobierno” o un “Golpe de Estado”. Porque no son la misma cosa, aunque a veces se confundan y se empleen indistintamente en un solo sentido.

Veamos: ¿qué es un “Autogolpe de Estado”?

“Autogolpe de Estado” es aquel que da o se da a sí mismo el que ya ostenta el Poder, pero quiere más Poder, u otra clase de Poder. NO ES UN GOLPE DE ESTADO. (Fue lo que hizo Fernando VII, el Rey “Felón”, a su vuelta del gozoso destierro a Francia ordenado por Napoleón entre 1808 y 1814)

¿Qué es un “Golpe de Gobierno”? un “Golpe de Gobierno” es aquel que da un grupo de personas, civiles o militares, para cambiar al Presidente del Gobierno o las políticas de su Programa. NO ES UN GOLPE DE ESTADO. (Fue lo que sucedió el “23-F” de 1981)

¿Qué es un “Golpe de Estado”? Un “Golpe de Estado” es aquel que da un grupo de personas, civiles o militares, para cambiar la forma de Estado y apropiarse del Poder. ES UN GOLPE DE ESTADO. (Ha sido y es lo que el “procés” de los independentistas está haciendo actualmente en Cataluña)

Ahora repasemos lo que fue aquel “Autogolpe” del Rey “Felón”, Fernando VII:

Sucedió el mes de mayo de 1814, concretamente en la madrugada del 10 al 11, “noche terrible y funestamente célebre en los fastos de España”, según Galdós, cuando el capitán general de Castilla, el veterano general Eguía, manda detener en nombre de Su Majestad el Rey don Fernando VII a los Miembros de la Regencia, al Gobierno y a los políticos liberales más destacados en las Cortes de Cádiz y todos ellos coautores de la Constitución de 1812. Los llamados apóstoles de la utopía liberal fueron sorprendidos en sus casas como conejos – al decir de un autor de la época – y puestos a disposición de las autoridades. Contenía aquella primera lista una cuarentena de nombres, todos ellos famosos, entres los que figuraban, don Manuel Quintana, don Agustín Argüelles, el conde de Toreno, el conde de Noblejas, don José María Calatrava, don Juan Nicasio Gallego, don Francisco Martínez de la Rosa (el que más tarde seria conocido por su apodo de Rosita la pastelera), don Antonio Larrazabal , don Tomás Istúriz, don Diego Muñoz Torrero, don José Canga Argüelles y los cómicos Maíquez y Bernardo Gil. El golpe – según los historiadores – fue tan rápido, tan completo y tan contundente que los “conejos liberales” no pudieron ofrecer ni la más leve reacción liberal. ¡Aquel si que fue un “Golpe de Estado” sonado! ¡Aquel día sí que fue un “golpe” decisivo en la historia de España! Mejor dicho, aquel sí que fue el “autogolpe de Estado” perfecto.

Porque el Rey, aunque ha estado ausente varios años, sigue siendo el Rey… como constaba claramente en el artículo 179 de la famosa constitución de Cádiz que decía:

“El Rey de los españoles es el señor Fernando VII de Borbón, que actualmente reina”

Entonces, ¿por qué da el Rey el “golpe”?

Sencillamente, porque no está dispuesto a jurar la Constitución. Porque no está dispuesto a compartir el Poder con nadie y mucho menos con aquellos que lo han tenido en su ausencia.

Por tanto, bien puede hablarse de “Autogolpe”. Es decir, de un “golpe” a su favor.

Después, cuando años más tarde quisiera justificar este “golpe” rizaría el rizo…, ya que hacía resaltar que él no había hecho más que cumplir con lo que la Constitución decía.

Es decir – y dicen que el Rey se reía – aplicar el artículo 196 al pie de la letra…, que entre otras cosas decía que “… cuando llegue el Rey a ser mayor o cese la imposibilidad (y en este caso la imposibilidad era su exilio forzoso en Francia, del que hablaremos más tarde), la Regencia entregara el gobierno del Reino, bajo la pena, si un momento lo dilata, de ser sus individuos habidos y castigados como traidores”. Para lo cual el Rey solo tuvo que retardar a propósito su llegada a Madrid, deteniéndose en Zaragoza a ver la Semana Santa.

Por supuesto, el Rey silenciaba lo que menos le gustaba de la Constitución, es decir, que para ser jurado como Soberano antes tenía que prestar juramento ante las Cortes. En cualquier caso, un “Autogolpe” perfecto e histórico.

El “Autogolpe” que dejó atónitos al Presidente de las Cortes don Antonio Joaquín Pérez y a todos los diputados, al leer el decreto Real expedido y firmado por el Rey, en Valencia el 4 de mayo de 1814, que decía:

“Declaro que mi real ánimo es no solamente no jurar ni acceder a dicha Constitución ni decreto alguno de las Cortes Generales y extraordinarias ni de las ordinarias actualmente abiertas, a saber los que sean represivos de los derechos y prerrogativas de mi soberanía establecidos por las Constitución y las leyes que durante largo tiempo la nación ha vivido, sino el declarar aquella Constitución y tales decretos nulos y de ningún valor y efecto, ahora ni en tiempo alguno, como si no hubiesen pasado tales actos y se quitasen de en medio del tiempo y sin obligación en mis pueblos y súbditos de cualquier clase y condición a cumplirlos y guardarlos.”

¡Pobre presidente de las Cortes!, pobres Diputados liberales y pobre arzobispo de Toledo, don Luis de Borbón, a la sazón presidente de la Regencia, que tan felices se las habían prometido al recibir la amistosa carta del Rey, poco antes de volver a España, desde Valencey en la que decía que “en cuanto al restablecimiento de las Cortes de que habla la Regencia, como a todo lo que pueda haberse hecho durante mi ausencia que sea útil al Reino, siempre merecerá mi aprobación, como conforme a mis reales intenciones”.