Una nueva mirada de la diáspora venezolana.
Ezra Vogel ha escrito un libro bajo el título “Deng Xiaoping y la transformación de China”. En él narra la historia del líder responsable de la transformación y modernización de China, que es al mismo tiempo la historia de ese país en el siglo XX y de los horrores que es capaz de producir el socialismo, de las hambrunas y muertes y de los obstáculos que la ideología establece para evitar el desarrollo. Abunda en detalles de la estrategia modernizadora y los obstáculos que tuvo que sortear, que no fueron pocos, y el proceso de transición que ha conducido a la modernización del país y a la mejora sustancial de la calidad de vida de cada vez un mayor número de ciudadanos.
La visión del socialismo que Deng Xiaoping expresa es una irrupción contra “el igualitarismo” que algunos propugnan y en su lugar enfatiza que el propósito del socialismo es alcanzar la prosperidad común. De este modo establece una frontera insalvable con aquellos proyectos de inspiración marxista, que hoy de un modo fariseo se expresan en eslogans como: no a la austeridad, si al plurinacionalismo, no al neoliberalismo (¿?), no a la meritocracia, etc. Algunos de estos argumentos fueron esgrimidos por quienes se resistían al proceso de transición a la modernidad dentro de la dirección del partido comunista chino.
Fue el enorme conocimiento del peso de la ideología y del atraso, cuyas consecuencias había sufrido de un modo directo en varias oportunidades, lo que le permitió preparar y desarrollar la estrategia de transición que hiciera posible burlar todos los impedimentos que encontraría en ese espinoso camino. Era imprescindible evitar los escollos y por ello recurre al uso de términos como el de “socialismo a la china” o ya cuando se había vencido las mayores resistencias, hablar de “socialismo de mercado”. Este último término produce una fuerte alergía a los mercadofobos y a quienes detestan el liberalismo no digamos ya el neoliberalismo. Me hizo recordar la etapa inicial del MAS en Venezuela que hablaba de socialismo a la venezolana.
Era necesaria una fuerte dosis de paciencia para doblegar al colectivismo del salto adelante o de la miseria y a las arraigadas nociones de izquierda y derecha. La capacidad corrosiva del socialismo no se limitaba a la persecución y aniquilación de la disidencia. Creó hambrunas, escasez y muerte y tarjetas de racionamiento (sobre ésta posee un derecho de propiedad que nadie pone en duda), alcanzó en el caso chino hasta el racionamiento de la vestimenta.
En este contexto de hondo deterioro económico, político e institucional las dificultades de la transición adquieren carácter exponencial. En ese sentido afirma el autor que no hay país socialista alguno que haya transitado sin dificultades y de un modo exitoso el cambio de una economía y un sociedad centralizadas, absolutamente privatizada en manos de un jefe o de unos pocos, una sociedad en la que el Estado lo es todo a una economía abierta, orientada por el mercado y que resulte viable y además de mantenga por un periodo relativamente prolongado. Aunque en palabras de Zhou en Lai, otro artífice del proceso de modernización, treinta años de historia de China, país milenario, es un simple parpadeo.
La transición y modernización de China, sin duda alguna, resulta una referencia obligatoria para la comprensión de los procesos de transición en otros países, en particular en aquellos que padecieron la implantación total o parcial del socialismo y que han visto a sus economías e instituciones totalmente arrasadas. El texto, extraordinariamente rico, es una invitación a la reflexión y el análisis. Deja abiertas innumerables interrogantes en torno a temas medulares como el de las asimetrías entre libertades económicas y políticas, el rol de la propiedad, la empresa y el mercado en el mejoramiento sostenido de la calidad de vida de la población y la difícil e insostenible convivencia, a largo plazo, de una economía abierta con un sistema político que niega y asfixia las libertades. A algunos de estos temas dedicaremos otros artículos.
En este centraremos nuestra atención en un asunto que toca muy de cerca a Venezuela: el novedoso e inédito proceso emigratorio de los últimos 17 años, “la migración del socialismo”. La forma en que el liderazgo chino abordó el tema de su diáspora contrasta con algunas miradas y análisis de nuestro proceso migratorio. En si misma la forma en que se mira, analiza y aborda el proceso carecería de mucho interés si de ello no se derivaran consecuencias en el diseño de políticas públicas. La forma en que mira el fenómeno migratorio está mediado por conceptos, enfoques y supuesto.
En el caso chino la perspectiva que utilizaron y con la que miraron el proceso migratorio la encontramos en la información que aporta el equipo humano del Banco Mundial que participó en un estudio mayúsculo de la realidad China. Los estudios realizados les permitió conocer a profundidad al liderazgo chino. Ese conocimiento hacía posible afirmar que el liderazgo poseía una elevada inteligencia acerca del sistema de mercado, la forma en que éste funciona como espacio para el intercambio de productos y servicios y también para el intercambio de ideas y conocimientos.
Además comprendían, plenamente, el papel que desempeña el conocimiento, la investigación y el desarrollo tecnológico en la competitividad del país y por ende en la mejora de la calidad de vida de la población. Asumen y entienden, perfectamente, que el conocimiento y la formación de capital humano es más importante que la inversión económica. No es para nada casual, por ende, que Deng Xiaping se haya ocupado de un modo directo a dirigir el Ministerio responsable del área tecnológica: da cuenta de la importancia que le asignaba a la formación de capital intelectual, a la investigación y el desarrollo tecnológico.
El hecho de otorgar un papel estelar al conocimiento en el desarrollo explica la postura del liderazgo chino frente al hecho migratorio. Adoptó políticas diametralmente opuestas a las que apadrinó Mao y los países socialistas del este europeo. Mientras que estos últimos, temiendo la “fuga de cerebros” se opusieron rotundamente a la salida de sus mejores estudiantes y profesionales, Deng en particular y el liderazgo chino en general propiciaron de un modo sistemático que los jóvenes y más aventajados estudiantes salieran hacia los países de mayor desarrollo relativo con el objeto de que pudieran adquirir conocimientos y experticias necesarias para el desarrollo de China.
Eran conscientes del desarrollo que había alcanzado Japón, Taiwán, Hong Kong y por supuesto Estados Unidos y Europa y también del enorme atraso tecnológico industrial que asolaba a China. Y de allí el interés que las jóvenes promesas, los más destacados adquiriesen conocimientos, nuevas lenguas y nuevas culturas, a aprender lo que habían hecho los países exitosos y las mejores prácticas y propiciar una profunda reflexión acerca de aquello que era necesario hacer para adaptar tales criterios, prácticas y sistemas que sirvieran para el desarrollo de China. Un poco antes de que China lo adoptara como política de Estado, Venezuela había aprovechado el súbito incremento de los precios del petróleo para ampliar y reforzar, en base a méritos, la formación del capital intelectual de la nación. La formación en el exterior y los viajes contribuía además a superar las nociones estrechas de patria y el aldeanismo y localismo que como afirma, creo que Savater, solo se supera con muchos viajes y lecturas.
De este modo se sentaban las bases sobre las que se desarrollara la “circulación de cerebros”. Un estudio reciente hecho sobre la diáspora de la Indica y China da cuenta de este fenómeno, de cómo, quienes han emigrado participan y contribuyen al desarrollo de su país de origen realizando inversiones, creando infraestructura y tejiendo redes globales. La certeza de que el capital intelectual es el principal activo capaz de agregar valor llevó al liderazgo chino, entre los años 1978-2007, a propiciar que más de un millón de ciudadanos salieran del país a estudiar y formarse en los países de mayor desarrollo relativo. Un cuarto de ellos retorno al país y un elevado porcentaje de quienes no regresaron participan activamente en su desarrollo.
La firme convicción del papel central del capital humano también se tradujo en el fortalecimiento de la calidad de la educación y el énfasis en la meritocracia. También en este asunto se distanciaba de aquellos sistemas socialistas que conciben a la educación como un medio de ideologización de la sociedad, como es el caso del actual gobierno de Venezuela y de su vicepresidente, que cuando ejerció como Ministro de Educación definió de este modo el papel de la educación y que comparten todos quienes lo han sucedido en ese cargo. Con ese fin intentaron crear un tramado de leyes y decretos y han ejercido un control sobre la producción de textos con los que han pretendido crear una nueva historia con el solo fin de apropiarse del presente.
Los cambios que se han producido en la transición en China se sitúan en las antípodas de las que han realizado otros países socialistas. Han aceptado la propiedad privada, opuesto al colectivismo y la centralización, han reducido las dimensiones y propiedades del Estado y se han abierto al capital extranjero. El colectivismo y la planificación centralizada que arrasó con la producción y la calidad de vida ha sido sustituido progresivamente dando paso a la propiedad, a la empresa y al mercado. Lograron desembarazarse de una parte importante de las ineficientes empresas públicas, aproximadamente el 50% de ellas, es decir que han despejado una pesada e insoportable carga para la sociedad toda.
En Venezuela el régimen con los planes socialistas que ha ejecutado, ha conducido a que las empresas en manos del Estado abandonaran la modernidad, han reducido la productividad y no quieren saber nada de la calidad y de las normas ISO de gestión (se las considera un instrumento del imperialismo galáctico), la capacidad de gestión y la meritocracia. El resultado está a la vista. Un gran cementerio de empresas: un país devastado. Se declaró la guerra a la propiedad privada, a la empresa y se intentó implantar modos colectivos de producción que no podían acabar produciendo otra cosa que una enorme escasez, en medicinas cercanas al 100% y en alimentos próximas l 60% situando al país al borde la crisis humanitaria. En el momento de mayores ingresos de toda su historia republicana.
Por el contrario, en China la instalación del “socialismo de mercado” conllevó el abandono de los preceptos marxistas, leninistas y “populistas”. La experiencia China es un ejemplo de transición incompleta, todavía persisten las enormes carencias democráticas y es al mismo tiempo un hermoso ejemplo del papel que puede desempeñar la diáspora en el proceso de reconstrucción económica, social e institucional y de las elevadas dosis de paciencia que demanda la transición hacia una sociedad abierta y democrática.