Con míseros sueldos, en una permanente crisis emocional se vive el día del Maestro para cientos de profesionales venezolanos en Venezuela
Los mejores tiempos parecen lejanos y el día del Maestro se celebra este domingo 15 en Venezuela en medio de un sentimiento general de inconformidad y desencanto hacia una de las labores menos valorada en el país del “millones y millonas”.
Y es que los maestros venezolanos, aquellos que se honran al recordar al insigne Luis Beltrán Prieto en su fecha, tristemente forman parte del empobrecido cuadro profesional, venido a menos como el resto de la clase media.
Los maestros chocan con esta realidad. Flor Moreno, docente del Táchira, siempre tiene presente el recuerdo de un alumno que le dijo, “profesora, pero es que el amor y la vocación de la profesión no me da para vivir, con eso no me alimento”.
Moreno, que la ha dedicado muchos años a la docencia formando educadores, sabe que en estos tiempos la única recompensa real es el amor y la vocación.
Los maestros son uno de los profesionales peores pagados en el país, a pesar de tener en sus manos la formación de la futura Venezuela.
Duras reflexiones
Confiesa que la situación del docente es “inestable, angustiosa, deprimente, abandonada e inhumana”. De su proyecto original de vida queda muy poco ya que lo ha venido adaptando a las circunstancias y necesidades del día a día.
A miles de profesores universitarios, docentes de educación media y maestros tienen el mismo sentimiento de inconformidad, de vacío.
Estas situaciones la llevan a dudar, después de 23 años de vida profesional, sobre si fue acertada su decisión de escoger esta carrera. “La vocación enjuicia a la razón y el amor por esta misión de vida, no me permite vivirla”.
“En esta idea revivo una frase que leí en una de las tantas protestas de docentes: mientras yo educo a tus hijos, los míos se mueren de hambre”. Califica como mediocre la remuneración que recibe el docente, “lo que me permite apenas sobrevivir dos o tres días de la quincena”.
La escena del alumno que se acerca agradecido a ofrecerle una manzana al maestro, la ha vivido en varias oportunidades. Este es su único aliento frente a la adversidad de ser docente en Venezuela.
“Debo seguir…debo despertar almas, aunque eso me condene a morir en la miseria, debo volver a ganarme la manzana”.