Por Carleth Morales
Los inadmitidos en el Aeropuerto Adolfo Suárez Madrid-Barajas son decenas cada día y de nacionalidades diversas, pero algo tienen en común: la marca que colocan las autoridades españolas en sus pasaportes. Se trata de una especie de mira, cuyo blanco es el día que pretendían entrar, acompañada de una serie de códigos, tantos como causas de la inadmisión hubiere.
Ésta es la marca que tiene el pasaporte venezolano de María (nombre ficticio, para resguardar su identidad), inadmitida recientemente en el Aeropuerto Adolfo Suárez Madrid-Barajas, “santo y seña” que comparte con los otros tres venezolanos, tres paraguayos, tres colombianos, dos brasileños, una boliviana, una dominicana, un argentino y un peruano, con quienes coincidió durante sus cinco días de estadía en la sala de inadmitidos. Se hicieron amigos, tanto, que ahora chatean en un grupo de Whatsapp.
Pasen por aquí
A María, como a todos los inadmitidos en Barajas, le quitaron su pasaporte en la taquilla de la Policía Nacional española, antes de que la “invitaran” a sentarse para que las autoridades de inmigración le hicieran las preguntas de rigor. No lo sellaron en su presencia y durante su estancia en España tampoco se lo devolvieron. Lo volvió a ver cuando regresó a Venezuela.
“La entrada a mi propio país fue denigrante. Por todos es sabida la cola que se forma para que te sellen el pasaporte, pero como los inadmitidos no lo teníamos, una funcionaria nos gritó a viva voz: los inamitidoooooos, pasen por aquí”.
Así se enteró María -y los otros 400 pasajeros de su vuelo- que debía entrar por una puerta especial que tiene el Aeropuerto Internacional de Maiquetía Simón Bolívar para estos menesteres, donde le devolvieron su pasaporte y le indicaron por dónde debía continuar para recoger su maleta.
En la mira
La sorpresa de María llegó, incluso, antes que su maleta. Al abrir el pasaporte se encontró con un sello de “entrada” a España que tenía dibujadas en bolígrafo dos líneas horizontales y otras dos verticales, coincidentes en un punto visual: el fatídico día en que debía entrar a España, y no entró. En una esquina, unas letras entre paréntesis, a modo de código.
Ya en casa, y aceptada en el grupo de whatsapp, quiso saber si todos sus “amigos” tenían las mismas marcas en sus pasaportes. Y sí, aunque con letras diferentes, todos las tenían, como también tenían la desagradable experiencia de haber entrado en los aeropuertos de sus países “por la puerta de atrás”.
“Estamos intrigados, no sabemos qué significan las letras de cada uno. Aunque hay algo claro, cada uno sabe por qué le negaron la entrada, así que eso es lo que significan. Hay una que dijo que quería conocer las playas de Madrid. Tiene una E” cuenta María.
¿Merece la pena cambiarlo?
Tras una inadmisión en España, muchos piensan que la solución es cambiar el pasaporte para que las autoridades de inmigración no la detecten en un viaje posterior. Pero no vale de nada, la inadmisión queda registrada en los sistemas de inmigración, no sólo de España sino del espacio Schengen.
Fuentes policiales consultadas confirman que “puede ser contraproducente, porque si una persona ha sido inadmitida pero posteriormente cumple con todos los requisitos para entrar, el hecho de que haya cambiado de pasaporte puede dar lugar a sospechas. El que no la debe no la teme”. Explican que, si no hay razones de caducidad o pérdida, cambiar el pasaporte no vale de nada, porque el registro recoge no sólo el número, sino el nombre completo, la fecha de caducidad, todos los datos e incluso la foto escaneada del pasaporte anterior.
“Entrar a España después de una inadmisión no depende de las señas que los funcionarios de inmigración hayan dejado en las páginas de un pasaporte, sino de cumplir con los requisitos” asegura la fuente policial.
Y es cierto. María, semanas después, pudo entrar. Y no cambió de pasaporte.