horario de racionamiento electricoCon el nuevo horario de racionamiento eléctrico las amas de casa han perdido el control de sus actividades y hasta de sus electrodomésticos pues se les han quemado.

A la escasez de alimentos, medicinas, falta de agua se le suma el incontrolabre horario de racionamiento eléctrico que empezó este lunes en casi todo el territorio nacional. Estos son problemas comunes en la Venezuela socialista de hoy, en la que la pobreza se distribuye equitativamente y cada quien recibe su ración, con lo cual el Gobierno logra nutrir el clima de zozobra y desasosiego.

A Marta Pérez parece haberle tocado doble ración del menú de precariedad con el cual el Gobierno bolivariano alimenta todos los días a la población que ya lleva 17 años resistiendo.

La fragilidad de Marta se esconde en la voluptuosidad de su cuerpo. Sus 33 años valen por 67 pues según dice, los últimos 17 en revolución valen el doble a juzgar por las calamidades.

«Cargo agua desde un tanque cercano a mi casa, hago colas por más de 24 horas, resisto hasta un día sin comer y me queda aliento para ayudar a mis hijos con sus tareas» dijo para acotar a modo de chanza que ninguna flaca tiene su capacidad de aguante.

«El fin de semana pasado se formó un parampanpan en la cola de Sigo, en las afueras de Barcelona y tuve que correr porque hasta tiros nos hizo la Guardia Nacional «, refiere para señalar que tras el anuncio del nuevo horario de racionamiento eléctrico decidió no hacer más colas en la madrugada por el peligro que representa.

Explica sin embargo que aunque el Gobierno achaca los cortes “programados” al fenómeno climático de El Niño en el sector donde vive, siempre ha habido apagones «y en uno de ellos se me quemó el microondas».

«En mi casa la escasez es lo normal. Nunca hay agua y muy rara vez tenemos luz. El viernes pasado compre carne y se me perdió porque la nevera se descongeló y estuvimos sin luz más de 10 horas».

El drama de Marta no es distinto al que vive Morabia Espinoza. Aunque en distintos estratos sociales, la escasez las fallas en los servicios públicos básicos, la inseguridad y la inflación también causa estragos.
Morabia Espinoza es educadora y afirma que nunca como ahora llegó a sentir tantos deseos de irse del país.

«Entre mi esposo y yo ganamos alrededor de cuatro salarios mínimos, pero eso nos alcanza para cubrir 15 días de gastos de alimentación porque entre la inflación y la escasez, todo se vuelve sal y agua».

Morabiá sostiene que hay días en los que no almuerzan para poder garantizar a sus dos pequeños hijos las tres comidas diarias: «nosotros nos bandeamos con cualquier cosita, porque dinero no hay», precisa para concluir afirmando que ninguna familia, a menos que sean enchufados, ganan para adquirir la canasta alimentaria que ya supera los 142 mil bolívares mensuales.

«Los venezolanos estamos sobreviviendo y los organismos internacionales están esperando que este Gobierno saque a los militares a la calle para masacrar a civiles, para actuar. El momento es ahora» dijo luego de aplaudir lo que denominó una firme posición de la periodista María Gabriela Valery.

Vivimos una hiperinflación

Gilberto Román, economista y catedrático de la Universidad de Oriente, coincide con lo dicho por su colega Oscar Meza, presidente del Centro de documentación y Análisis del Magisterio, CENDAS en cuanto a que el país está viviendo un proceso de hiperinflación y que debido a la escasez de alimentos, la inflación podría ubicarse al cierre del año entre 700 y 1000 por ciento lo cual estima sería peligroso.

Desde la perspectiva del especialista el Gobierno ha hecho lo imposible por agobiar al venezolano, cerrando toda expectativa positiva respecto al futuro. No titubea al afirmar que se trata de un esquema de dominación, la búsqueda del postramiento de la sociedad, mediante la escasez de alimentos, falta de medicinas, deterioro de los servicios públicos básicos, aunado a la aplicación de un bloque de horario de racionamiento eléctrico, todo lo cual constituye un ambiente planificado, para imponer el dominio del Estado. Este plan, dice, inició con la quiebra del aparato productivo y una actitud de Estado paternalista que suplía o hacía ver que suplía todas las necesidades, mientras el pueblo se mostraba sumiso, pero que ahora ante una sociedad que se resiste al no observar la aplicación de políticas, que mejoren su calidad de vida, arremete sin piedad, porque sólo le importa mantenerse en el poder al precio que sea.