El hambre en Venezuela no para y en Puerto Ordaz otros dos comercios fueron saqueados, otros tratan de irrumpir gritando que necesitan comer.
“Tenemos hambre en Venezuela, queremos comida”. Estas palabras son las que la dueña de un pequeño negocio en Puerto Ordaz, quien prefirió no ser identificada, recuerda de la tarde de este martes cuando intentaron irrumpir en su tienda, rompiendo las rejas. El saqueo no se consumó, pero sigue latente el temor, tal como esa tarde cuando desde adentro pensaba que hasta su vida podía correr peligro.
Esto es el reflejo del hambre en Venezuela. No es el único negocio que esta semana ha intentado ser saqueado. En el Mercado Municipal de Puerto Ordaz fue saqueada una charcutería, mientras que en el sector de Castillito, cercano a la zona, intentaron ingresar violentamente a otro establecimiento.
A la gente ya no le importa pasar un domingo en cola para recoger las sobras en una feria de hortalizas, como en ocurre en San Félix, o revisar hasta en las mismas bolsas de basura en la calle, como han sido vistas familias en algunas zonas de Puerto Ordaz, el hambre les acecha y buscan qué comer.
“Ahora que los mangos se acabaron no sé qué iremos a comer, porque hasta las frutas están caras, pero las tengo que comprar para alimentar a mi hijo. En estos días se me descompensó y en el hospital me dijeron que era por mala alimentación, que no está comiendo bien, pero es que ahorita en la casa se come lo que haya, no lo que a uno le provoque”, cuenta Nidia Marín.
Alberto Tovar es un joven de 26 años que cuenta como en su casa sobreviven al hambre, no porque no tengan qué comer, se trata de rendir la comida porque el dinero no alcanza para comprar lo poco que se consigue.
“Si antes te comías dos arepas, ahora te tienes que comer una. A veces ni mantequilla le echamos porque no hay, y no podemos gastar 2 mil o 3 mil bolívares en una lata”, cuenta Tovar.
Mientras tanto en las colas, las personas de la tercera edad siguen siendo protagonistas, muchos con discapacidades médicas, pero ninguno va por gusto, sino por conseguir comida, corriendo el peligro ante cualquier conato de saqueo.