Turista que viaje a los andes venezolanos y no coma pastelitos, se pierde parte del sabor de la gastronomía de Táchira.
¡Por comer uno solito cualquiera se echa un viaje a ese bendito territorio! En ningún pueblo o ciudad tachirense falta un negocio de pasteles, alimento que viene a constituir la comida rápida del andino y parte importante de la gastronomía de Táchira. La variedad de estos suculentos bocados es amplia y su sabor lo da la preparación de la harina y el relleno que se incluya. Se acompañan de masato o chicha, y se comen al desayuno en la tarde o en la noche.
Seleccionar una localidad del Táchira dónde conseguir los mejores pasteles no es tarea sencilla, pero se ha hecho tradición ir a comerlos en el municipio Cárdenas en su capital Táriba, en los alrededores de la plaza Bolívar y en la Basílica de La Consolación, donde se cuentan decenas de ventas, ubicadas en viviendas y en negocios agrupados a un costado de la iglesia a manera de mercado informal.
En la Perla del Torbes, como se conoce Táriba se pueden degustar pasteles dulces, salados, de carne, arroz con carne, pollo, queso y más. La preparación e ingredientes de la harina también varían, los hay de harina de trigo o de yuca, cada uno mejor que el otro.
Los pasteles de Marina
Desde hace 30 años Marina Alviárez se dedica a preparar los pasteles andinos. Para tener fortuna en su negocio familiar comenzó a despacharlos el día de los Santos, dos de noviembre, narra la emprendedora tachirense.
La tarea la heredó de una gran aliada, su madre, quien a las tres de la mañana estaba en pie dando forma a la masa, preparando el guiso y friendo los pasteles, a las cinco se instalaba en la puerta de la casa y los clientes comenzaban a llegar.
Mientras su mamá trabajaba Marina Álvarez terminaba su sueño, pero no pasó mucho tiempo viviendo esa comodidad, su padre insistió para que aprendiera a preparar el masato y entre tantos regaños, no tuvo más opción que hacerlo: “No me gustaba prepararlo, pero debí obedecer y finalmente se me dio un buen masato, tanto que no había mucha diferencia con el de mi mamá que ya era casi legendario. La preparación de los pasteles fue la segunda tarea que aprendí y desde hace 21 años tengo mi propio negocio. Gracias a ese trabajo todos mis hijos recibieron buena educación y la mayoría son profesionales, a excepción de José, a quien todos llaman José Pasteles, quien se encargó del negocio. Hoy yo sólo lo superviso, pero él lo hace muy bien”.
El negocio de Marina Alviárez es muy concurrido, ha ganado fama. Abre a las siete de la mañana y a las cuatro de la tarde baja su santamaría. Está ubicado en calle 4 Nº 2-9, en la salida de Táriba.
Gastronomía de Táchira: pura tradición andina
Otros de los negocios emblemáticos en Táriba, es El Huerto, de la familia Gandica Valencia, tienen 35 años haciendo y vendiendo pasteles. Comenzaron forzados por una aguda situación económica un día de agosto de 1976, para entonces, quien llevaba la voz mandante en el negocio era doña Guillermina, quien con el despunte de la mañana ya estaba abriendo las puertas de la casa y en una pequeña mesa instalaba una cesta de pasteles y una molla de masato.
Los clientes potenciales que aspiraba conquistar con sus pastelitos, eran los turistas religiosos que irían a visitar la virgen durante las fiestas patronales.
Tres décadas después la mesita de Guillermina se convirtió en una empresa familiar, con un amplio restaurante que abre de lunes a domingo de ocho de la mañana a ocho de la noche.
En 1976 los primeros días del modesto comercio, vendían unos 100 pastelitos diarios, hoy, al menos 3 mil unidades son consumidas por la vasta clientela que les visita.
A pesar de la tradición tan arraigada y el enorme deseo por servir los pastelitos andinos los fabricantes del suculento bocado en la ciudad de Táriba, del Táchira, dicen que se ha complicado ahora el negocio porque deben comprar los ingredientes revendidos a bachaqueros y en ocasiones baja mucho la producción, además que la clientela disminuye por la crisis económica de Venezuela, pero no dejan de ir de todas maneras los aficionados a comer pasteles, quienes mantienen vivos los negocios de esa localidad.