fiscalizacion del sunddeLas fiscalizaciones del Sundde obligaron a vender alimentos en solo 10 por ciento de su costo.

Pan y circo más pérdidas millonarias fue lo que dejó el retorno de las fiscalizaciones de la Superintendencia Nacional para la Defensa de los Derechos Socioeconómicos (Sundde) en los mercados populares de Maracay, donde los comerciantes denunciaron que fueron obligados a vender sus productos en tan solo el 10 por ciento del precio adquirido al mayorista.

Como una medida populista que afecta al comercio y termina de deprimir aún más la economía, calificaron los pequeños comerciantes la situación vivida durante el fin de semana.

Agostino De Castro llegó a Venezuela desde Portugal en 1983 y desde entonces se dedicó al comercio. Nuca pensó que de la noche a la mañana una medida de funcionarios gubernamentales le dejaran pérdidas por más de 100 mil bolívares además de una confrontación pueblo contra pueblo.

En uno de los mercados populares de Maracay el comerciante expende granos, uno de los rubros que alzó vuelo en precios en el país porque caraotas, lentejas, arvejas, frijoles son importados.

Ataque contra comerciantes

«Los funcionarios llegaron al mercado encubiertos y de pronto se colgaron sus uniformes gubernamentales y se instalaron con cada comerciante».

Carniceros, polleros, expendedores de granos, todos sufrieron pérdidas porque aún y cuando mostraron que el precio de venta al público era el resultado de la factura de compra más el 30 por ciento de ganancia, fueron obligados a vender a precios que no representaban ni la octava parte.

Con decepción y rabia, Agostino De Castro aseguró que no sacó cuenta de las pérdidas, “si te digo que son 100 mil bolívares me quedo corto, fue mucho pero mucho más que eso”.

“Nosotros no cosechamos granos”

En su puesto comercial de Castro exhibe un letrero: “Nosotros no cosechamos granos”, que quedó junto a las bolsas contentivas de maíz pilado, cebada y maíz para cotufas. Eso fue lo único que le dejó la estampida de compradores que se aglomeró el fin de semana en el mercado para arrasar con las arvejas, lentejas, caraotas negras, caraotas rojas y las llamada sangre ‘e toro; cuyos precios oscilaban entre 1.200 y 2000 mil bolívares. Lo obligaron a vender todo en Bs. 200 nada más. 

Agostino De Castro relató que adquiría los granos en el Mercado Mayorista, así, en pasado, porque de ahora en adelante deja de vender el rubro y quienes festejaron la arremetida gubernamental, no tendrán el alimento en sus mesas ni a “precio justo ni injusto”.

Pueblo contra pueblo

El problema es que por causas que desconoce, en el mercado Mayorista no entregan factura de compra sino orden de entrega, “pero allí no hay fiscalizaciones, quién sabe quién está detrás de ese Mercado”. Aunque después de cuatro horas de fiscalización los funcionarios de Precios Justo le reconocieron que sus precios estaban adaptados, la orden era abaratar los costos para colocar al pueblo contra los comerciantes.

“Todavía hoy viene la gente a preguntar por los granos en 200 bolívares, me insultan y creen que los tengo acaparados”.

El afectado con la medida aseguró que los pequeños comerciantes también hacen sacrificio para sobrevivir, “porque también somos parte del pueblo, todos somos víctima de esto, porque al pueblo que devenga un sueldo, tampoco le alcanza para vivir”.

Venezolanos cambiaron la dieta

La circunstancia apremia y la capacidad adquisitiva cada vez es menos en un país en el que la Canasta Alimentaria Familiar según el Centro de Documentación de Análisis Social de la Federación Venezolana de Maestros (Cendas-FVM); se ubica en Bs. 97mil 291,86 y el salario mínimo a partir del 1º de noviembre ascendió a Bs. 9.649.

“Llegaremos al punto que tendremos los reales en los bolsillos pero no tendremos que comer”.

Isabel Pino hizo esta afirmación al encontrarse con que no hay ningún tipo de granos en el mercado. La ama de casa que subsiste gracias a la pensión del Seguro Social y de su jubilación, aseguró que debió cambiar su dieta, dejó de comprar muchos alimentos y optó por la sustitución, porque el dinero no le alcanza.

“Se cambiaron los hábitos alimenticios, se compra lo que se consigue y la carne solo puedo comerla una vez a la semana”.

Según la denunciante, no consigue arroz ni harina de maíz, y aunque todos los días sale a buscar alguno de los alimentos, regresa con otros. Lamentó que a su edad deba ingeniárselas para comer “y mi mamá que tiene 83 años me asegura que jamás se vivió esto en el país, estamos comiendo mal”.