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Cortesía de El Universal

Venezuela se ha convertido en una nación donde tiene más poder un “pran” que un cuerpo policial y donde sus habitantes viven a merced del hampa.

Entre todos los problemas por los que atraviesa la Venezuela, la inseguridad es uno de los factores que más preocupa a sus habitantes. Recientemente se publicó un informe en el que se reveló que tres ciudades del país ocupan los primeros lugares de las más violentas del mundo.

Joao Fernández un trabajador de nacionalidad portuguesa que llegó a Venezuela con tan solo 13 años, es repartidor de alimentos y cervezas de Empresas Polar. Él como muchos de estos trabajadores son dueños de sus camiones, sin embargo el común de la gente piensa que los vehículos son propiedad de la empresa. Ante la grave crisis por la que pasa el país debido a la falta de materia prima y baja producción, su trabajo ha mermado y el miedo se ha adueñado de él y su familia.

“Tuve que esconder el camión porque la gente piensa esos vehículos son de la Polar, y como Maduro ha sembrado tanto odio contra la empresa, le gente está actuando con rabia y hasta han saqueado muchos camiones”.

El hambre que está pasando el pueblo de Venezuela debido al desabastecimiento y al alto costo de los productos, está alterando la situación a tal punto que los atracos para robar comida se han incrementado. Férnandez cuenta que no solo vive con miedo por lo que le puede pasar cuando saca su camión para trabajar, sino que hasta lo han atracado a mano armada luego de hacer mercado para llevar a su casa.

“Yo logré comprar un paquetico de café, una harina pan, dos latas de atún y un aceite en Las Adjuntas (Caracas) y cuando iba caminando a montarme en mi carro para irme a la casa, de repente sentí un frío en la frente, me apuntaron con una pistola para que soltara la bolsa de comida ¿Eso es posible? ¿Hasta dónde hemos llegado?”.

Foto referencial

Otro es el caso de Esteban Moreno (nombre ficticio para proteger su identidad) un trabajador del Mercado de Coche en Caracas. La mañana de este lunes fue secuestrado por una banda que al parecer, según revelaron sus familiares, opera desde una cárcel de Venezuela. Luego de ruletearlo por distintos puntos a las afueras de la ciudad, llamaron a sus familiares para pedirles 10 millones de dólares, de lo contrario amenazaron con matarlo.

Su familia logró recolectar la mitad, pidiendo dinero prestado a todo el que les fuera posible y al día siguiente sólo lograron conseguir la mitad. Con suerte los secuestradores aceptaron esa cantidad y lo dejaron con vida y en libertad.

Estos son solo dos casos de los tantos que se producen a cada hora en Venezuela, donde muchas veces las víctimas no viven para contarlo y dejan a sus familias sumergidas en el dolor de la pérdida de un familiar, un amigo, un conocido, y sabiendo que el crimen quedará impune porque la justicia venezolana es casi inexistente.