Hace dieciocho años el chavismo inició su gobierno. Sucedieron al Movimiento al Socialismo y a Convergencia, quienes con Caldera a la cabeza administraron el país los cinco años precedentes al triunfo electoral de Chávez.
Dispusieron de una nueva Constitución que creaba las condiciones ideales para alcanzar los retos que se habían propuesto para hacer la revolución.
La Asamblea Constituyente que sirvió de marco para la aprobación de la Constitución cambió el poder judicial, juez por juez. También cambió la conformación del Consejo Supremo Electoral que pasaría a llamarse Consejo Nacional Electoral y a estar dirigido por rectoras en vez de conformado por representantes de los partidos políticos.
Cambios operaron por igual en la Contraloría General de la República y en la Fiscalía. Convocaron nuevas elecciones en lo que se dio en llamar la relegitimación de los poderes y el chavismo obtuvo mayoría en la nueva Asamblea Nacional, en las gobernaciones y en las Alcaldías.
Con todo el poder transcurrieron diecisiete años hasta que este año 2016 se instaló una Asamblea Nacional en la que el chavismo está de minoría después de perder las elecciones del pasado 6 de diciembre.
Ese control institucional blindado ha servido para que la Contraloría se haga de la vista gorda con el saqueo de las arcas públicas y para que el Tribunal Supremo de Justicia de piso jurídico a grotescas violaciones de la Constitución y de las leyes.
Dinero tampoco les faltó. Impusieron el impuesto al valor agregado y crearon impuestos disfrazados de tasas para evadir el debate parlamentario. El Seniat anuncia cada año, con bombos y platillos, records de recaudación y esa fiesta propagandística ha dejado constancia de jugosos ingresos.
Por más de diez años el barril de petróleo se vendió por encima de los cien dólares y los demás años a setenta y ochenta dólares, más de siete veces lo que cuesta producir cada barril.
Ha sido un mandato sin interrupción, dieciocho años continuos. Han tenido, pues, tiempo, recursos financieros y apoyo institucional absoluto.
Sólo faltó capacidad y probidad en quienes se ataron a un modelo totalitario que suprimió libertades económicas y políticas, dando por resultado la ruina de hoy.