En toda sociedad estructurada y democrática el diálogo entre las partes interesadas es la base y fundamento del entendimiento y progreso. La paz y la concordia política y social, sólo se alcanza a través del diálogo. Si no hay diálogo entre los sindicatos, patronos y gobierno no se puede llegar a decisiones consensuadas que satisfagan a todos, particularmente a los trabajadores. Si el gobierno, o el partido que lo representa y los partidos políticos de oposición no dialogan entre si, mal pueden avanzar en la adopción de leyes, en enmiendas o reformas de la Constitución, o en decisiones destinadas a salvaguardar la integridad territorial.
Pero cuando confrontamos gobiernos totalitarios, de esos que pululan hoy en día por el mundo, y que se muestran como democráticos porque realizan elecciones o disfrazan con barniz democrático legalista su verdadero carácter dictatorial, por lo general el diálogo es imposible porque para ellos sólo es viable cuando ya de antemano impone sus puntos de vista. Las revoluciones, de acuerdo a sus postulados no mueren, no desaparecen, por tanto no pueden ceder espacios y mucho menos el poder. Aún más, el poder es primordial cuando de lo que se trata es salvar el propio pellejo, ya que la justicia, tarde o temprano, se termina imponiendo sobre aquellos que han violado sistemáticamente los derechos fundamentales de los ciudadanos, son corruptos o han propiciado la corrupción o peor aún están incursos en el narcotráfico.
Todos, sin excepción, estamos conscientes que nuestro país atraviesa la peor crisis de su historia. Que las medidas que hay que adoptar para salir de ella y enrumbar a Venezuela por la senda del crecimiento serán duras y difíciles. Pero, como es sabido, ante situaciones particulares medidas excepcionales. Mientras el gobierno continúe gerenciando el caos, como política de sobrevivencia, no será posible adoptar las medidas de carácter político, económico y social que la República requiere. De lo que pareciera no estar consciente el gobierno es que la cuerda revienta siempre por lo más débil, y en estos momentos lo más débil que tenemos es al gobierno.
Muchos, a nivel internacional, hacen esfuerzos porque se de un diálogo entre el gobierno y la oposición representada en la Mesa de la Unidad Democrática (MUD). Para comenzar el propio Papa Francisco, que no ha escatimado llamados al respecto. Incluso decidió enviar a su Canciller, monseñor Paul Gallagher, Secretario para la Relación con los Estados, luego que le mandara una carta al presidente Nicolás Maduro en la que al parecer le pedía diálogo con la oposición. Lamentablemente esta visita fue abortada, «por motivos que no dependen de la Santa Sede», entiéndase porque el gobierno le tuvo miedo a un diálogo que tuviera como mediador a la Iglesia. No hay que olvidar que desde siempre la Conferencia Episcopal Venezolana ha llamado al diálogo, pero también ha denunciado la intransigencia del gobierno al querer imponer “un sistema político–económico de corte socialista marxista o comunista”
A nivel internacional la preocupación sobre lo que pudiera ocurrir en Venezuela es grande. De ahí que el Secretario General de la ONU llame al diálogo y vea positivamente los ofrecimientos hechos en esa dirección. Gobiernos y parlamentos regionales comienzan a pronunciarse en el mismo sentido. UNASUR envió una misión conformada por tres ex presidentes, cuya cabeza era José Luis Rodríguez Zapatero, quien después de reunirse con unos y otros se ha mostrado quizás exageradamente optimista.
Como es lógico, la MUD, a través de un comunicado del 19 de mayo de 2016, saludo como positivo el gesto de Rodríguez Zapatero. Subrayó su disposición en dialogar con el gobierno nacional siempre y cuando esto sirviera para solucionar los acuciantes problemas que confrontamos los venezolanos y, en ningún caso, para que el gobierno trate de ganar tiempo.
Para la MUD es primordial actuar de conformidad con la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela. Desde el pasado 6 de diciembre, con el triunfo opositor en la Asamblea Nacional, el único que ha violado de manera constante y sistemática la Constitución ha sido el gobierno. Ya sea directamente o a través de su órgano judicial el TSJ.
De ahí la importancia que adquiere el párrafo tercero, del comunicado antes citado y el cual, textualmente, reza así: “Coincidimos con la Conferencia Episcopal Venezolana en que para que el diálogo sea útil al país debe tener agenda precisa, objetivos claros, reglas transparentes y sobre todo respeto por el sentido de urgencia que hoy tiene el pueblo venezolano ante la gravedad de la crisis. En esa dirección afirmamos con claridad que para nosotros toda intención de apoyo a la democracia venezolana pasa por viabilizar que el pueblo venezolano se exprese libremente, que sea la voz del soberano la que construya la solución democrática y pacífica. Si lo que se quiere promover es un auténtico DIÁLOGO NACIONAL, no solo un debate partidista o institucional, entonces la NACIÓN debe hablar y ser escuchada. Y el mecanismo que la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela prevé para tal fin es el REFERENDO REVOCATORIO. En consecuencia, el primer punto de la agenda de todo proceso de diálogo serio en la Venezuela actual debe ser, precisamente, como quitar los obstáculos y triquiñuelas que intentan interferir, sabotear o postergar el ejercicio de ese derecho constitucional”
En fin, para los demócratas venezolanos el diálogo con el gobierno nacional pasa porque éste le de curso a la Constitución y permita la realización del revocatorio presidencial, de conformidad con su Artículo 72.
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24 de mayo de 2016.