Muchos venezolanos deben pasar todo un día a las afueras de un supermercado haciendo cola para comprar una lata de leche o una harina de maíz, pues los revendedores comercializan los productos con un precio de hasta cinco veces por encima de su valor.
Un sueldo mínimo en Venezuela es de 9.648,18 bolívares, lo que resulta insuficiente para cubrir la canasta básica, que sobrepasa los 38 mil Bs. La escasez y el desabastecimiento tampoco ayudan a rendir el salario, esto ha llevado a un clima de especulación en el precio de los productos, generando así a los llamados “bachaqueros”.
Estos han convertido la escasez en un negocio, pues compran al precio regulado y luego revenden el producto hasta tres y cinco veces más de su valor. Sus clientes son quienes tienen la posibilidad económica o simplemente la necesidad, desesperación o emergencia.
“Yo trabajo de noche y me vengo amanecido para hacer esta cola, aquí se puede ver la situación que estamos viviendo, este no es el país que nosotros queremos».
Wilfredo Gómez, trabajador de 54 años de edad, habitante de Puerto Ordaz, denuncia que «a veces pasamos entre seis u ocho horas haciendo cola y no se compra nada. No puede ser que nuestros hijos estén pasando hambre, estamos viviendo el propio infierno».
Por su parte, Ysenia Díaz, ama de casa, cuenta que solo puede comprar los días miércoles porque porque su número de cédula termina en cuatro.
“Salí a recorrer los supermercados. Cuando abrieron el primero a donde fui, logré comprar champú, afeitadora y desodorante, yo era la número 30 y eso que llegué a las 4:00 am, mi hermana me había guardado un puesto, y menos mal porque en media hora se acabó todo”.
Su segunda parada fue en un abasto chino, donde no tienen regulación por número de cédula, así que compartió con casi toda su familia unas tres horas en cola, para comprar un litro de aceite, dos harina pan, una lata de mantequilla y una lata de leche. “Si no hago cola, no como porque mi esposo y mi hijo mayor ganan sueldo mínimo y eso no alcanza para nada. No podemos comprarle a un bachaquero”, agrega.
Falta de control
Funcionarios policiales y de la Guardia Nacional Bolivariana, ahora ejercen como custodios de abastos y supermercados para evitar disturbios cuando llegan los productos que escasean en los anaqueles, pero no logran controlar del todo los ánimos caldeados.
“Da mucha rabia que estés cuatro o seis horas haciendo cola y haya gente que se colee y que los guardias los dejen pasar. En toda la entrada se paran los “bachaqueros” para pasar de primeros y nadie les puede decir nada porque algunos andan armados y la policía más bien los protege”, denunció una señora que prefirió no identificarse.
Para respetar el derechos de personas de la tercera edad, con discapacidades o embarazadas se destina una cola exclusiva para ellos, pero en ocasiones no hay canas, bastón, muleta o silla de ruedas que valga, todos son sometidos a las mismas condiciones.
De regulado a especulado
El kilo de pollo regulado cuesta Bs. 65, pero conseguirlo es una gran odisea. En paralelo se comprar uno de dos o tres kilos tiene un valor de entre 900 a 1.200 Bs. Medio kilo de café, de 23.29 Bs. se consigue a 400 Bs., el aceite de maíz tiene un precio controlado de 28 Bs. y en el mercado informal se consigue hasta en 300 Bs.
Todos hacen sus sacrificios. Hay madres que cargan con sus hijos de meses de nacido durante las maratónicas colas, pues al salir de un supermercado acuden a otro en busca del resto de los artículos. Las más suertudas logran adquirir en un día una cuarta parte de la canasta alimentaria, abastecerse de lo que antes significaba un buen mercado forma parte de las añoranzas del venezolano. Hablar de conseguir pañales, toallas sanitarias y hasta papel higiénico resulta otra odisea, para adquirirlos a precios regulados.