Los venezolanos dudan que los beneficios del Carnet de la Patria de Delcy Rodríguez cubran el pago de este lujoso restaurante
Tal vez una cena en el lujoso restaurante “Fiola Mare” ubicado en Washington sea uno de los beneficios del Carnet de la Patria de la canciller venezolana Delcy Rodríguez.
La canciller venezolana no deja perder una oportunidad en el “Imperio” para saciar los gustos que en Venezuela por la escasez de alimentos, medicinas y servicios básicos puede darse, pues bajo una buena iluminación y una atención de primera ella junto al canciller de El Salvador y Bolivia disfrutaron de un almuerzo de dioses compuesto por langosta y champaña, rubros que los venezolanos ni por suerte se consiguen en las bolsas de los Clap y mucho menos en las bolsas de basura a la hora de querer saciar el hambre.
Es irónico que mientras cientos de venezolanos deambulan por las calles cruzando los dedos y con la mirada fija al suelo con la esperanza de al menos encontrar algún pedazo de pan, la canciller de la Republica, quien vale recordar es “profundamente chavista y antiimperialista”, goce de estos beneficios cuando el obrero que dejó a la mujer preñada en el cerro, como dice el tema “Techos de cartón” de Ali Primera, continúe arrastrando los pasos por el mucho sufrir.
Hambre en dos actos: “Señor déjeme comer”
Mientras la misma que negó que en Venezuela haya una crisis humanitaria y que también haya asegurado en la Organización de Estados Americanos que Venezuela ha importado comida para alimentarla hasta tres veces, el señor Roberto, quien se encuentra en situación de calle, recurre todos los días al basurero de un reconocido restaurante ubicado en Maracaibo que no posee las mismas características del “Fiola Mare” en el que come placenteramente Delcy Rodríguez.
Roberto no goza de los beneficios del Carnet de la Patria, el único que tiene es que ese día las sobras de comida no se hayan ligado con otros desperdicios y se pueda dar un banquete. A Roberto no le sirven en una mesa elegante, él hurga entre las bolsas y mientras esto sucede el oficial de seguridad, cumpliendo con su trabajo, aparece para cerrar con llave las compuertas del basurero quitándole a Roberto la oportunidad de saciar el hambre al igual que lo ha hecho el Gobierno nacional.
“Señor déjeme comer, tengo hambre”, son las palabras que Roberto pronuncia mientras su mano no llegó a abrir la bolsa contentiva de algunos desperdicios, por lo que debió seguir su camino para anhelar suerte en otras bolsas de basura.
¡Canciller! ¡Buen provecho!