En Los Corales en el estado Vargas los edificios que sobrevivieron a medias al deslave del año 1999 se encuentran invadidos y quienes allí habitan viven al margen de los servicios básicos.
En el estado Vargas aún se siente el paso de la vaguada de 1999. Aunque han transcurrido 16 años, siguen siendo visibles los daños de la naturaleza en la zona, pero lo que más llama la atención es cómo las ruinas han sido tomadas como una solución a la crisis de vivienda en el país.
Familias de todas partes del país han llegado en los últimos años a Los Corales en Vargas para ocupar los edificios que tras el deslave no quedaron derrumbados en su totalidad. Sin embargo, la vida dentro de ellos resulta sumamente precaria; el acceso a los servicios básicos como agua y luz es muy limitado.
Para poder cocinar, lavar la ropa y asearse, los habitantes cuentan con una tubería improvisada realizada con mangueras a través de la cual llega el agua desde un río cercano a la zona.
«Aquí el problema del agua no es nuevo», cuenta Lenny, una de las habitantes del edificio invadido. Llegó a Los Corales hace dos años con su familia desde el estado Zulia y aunque se queja de la
falta de servicios, se siente satisfecha de tener un lugar donde pueden dormir ella y sus cuatro nietos.
Las fallas en el agua y la electricidad también traen como consecuencia problemas de salud en Vargas. Cuando la basura se acumula, llegan animales y estos contaminan y transmiten enfermedades. Los niños, según cuentan los familiares en el edificio invadido, sufren constantemente de vómitos y diarreas.
Aunque el edificio tiene unos 10 pisos, no se puede llegar hasta el último. Las escaleras que llevan al cuarto piso son oscuras e inestables. Los habitantes del lugar cuentan que cuando llegaron lo que quedaba de infraestructura «era puro escombro». Cada familia adaptó, en la medida de sus posibilidades, su propio espacio entre el concreto y los restos de construcción.
«Nosotros estamos contentos aquí. Antes era peor, pero ahora nos llega el agua del río y pues la usamos. A veces está sucia o no llega con tanta facilidad, pero eso es lo que hay», afirma una joven en el lugar.
Lo que les piden a las autoridades es que no los saquen del edificio y que tampoco atenten contra las «mejoras» que aseguran han logrado como las tuberías para que el agua llegue desde el río hacia la edificación.